El despiste eterno Gabinete para el tratamiento del Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad y otros problemas psíquicos / por : ALEJANDRA RODRIGUEZ Diario El Mundo España
Ahora que acaba de comenzar el curso escolar, puede que padres y profesores se fijen más en determinados niños que no paran quietos, que rompen cosas, que no prestan atención a lo que se les dice, que no terminan nada de lo que empiezan y que, en definitiva, presentan una conducta antisocial que les convierte en chiquillos molestos.
Antes de perder los nervios, conviene analizar estos comportamientos, porque se puede tratar de niños que padecen Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad, lo que clínicamente se conoce como TDA-H. Este problema padece un tremendo desconocimiento, lo que dificulta enormemente su diagnóstico y posterior tratamiento, pues a los afectados se les toma por traviesos o directamente por niños malos.
Según el profesor Manuel García, director técnico del grupo Albor-Cohs -gabinete constituido en 1983 para tratar éste y otros problemas psicológicos-, la incidencia de la hiperactividad se sitúa en España en torno al 3% ó 4% de los niños, pero las cifras exactas no se conocen porque no hay criterios válidos de diagnóstico. Y es que al déficit de conocimiento científico se suma el desacuerdo de los especialistas que tratan este tema: neurólogos, psiquiatras y psicólogos.
Aún así, se ha podido llegar a una definición de lo que significa ser un TDA-H. La hiperactividad es un trastorno del comportamiento que impide fijar la atención en algo durante un tiempo prolongado, a pesar de que interese al que lo padece. A eso se une una actividad motriz constante y desordenada. Se tienen referencias de este trastorno desde hace muchos años, pero las causas aún no están del todo claras. Sí se sabe que tiene una base biológica (casi siempre accidentes perinatales, como falta de oxigenación cerebral durante el parto o fiebres muy altas en los primeros meses de vida) y componentes psicosociales.
En cualquier caso, se trata de una disfunción cerebral mínima que afecta a los mecanismos reguladores de la atención. Los hiperactivos tienen la necesidad de moverse continuamente para mitigar la sensación de malestar que se produce en su cerebro cuando prestan atención a algo durante un tiempo. Los movimientos que realizan son, según palabras del profesor García, «una manera de autoestimularse y conseguir un funcionamiento normal de su cerebro».
El problema es que un niño que no para de moverse es castigado y regañado por todo el mundo, lo que en casos de TDA-H supone empeorar el problema. «Un niño no puede desarrollarse equilibradamente si constantemente recibe críticas. Hay que tener en cuenta que estos críos actúan sin maldad», dice García.
Los estimulantes .
El primer paso para tratar a un hiperactivo es realizar un diagnóstico correcto y no meter en el mismo saco a niños con estrés y a los que tienen otros trastornos de conducta, pues los tratamientos difieren totalmente. De hecho, a los chavales que padecen estrés se les trata con ansiolíticos y, a los hiperactivos, con estimulantes capaces de regular su actividad cerebral para que se muevan menos y focalicen la atención.
En EEUU, diversos estudios demuestran que estos estimulantes, en dosis adecuadas, están dando resultados muy alentadores. Con respecto al tema de la medicación, el profesor Manuel García se muestra cauto: «ciertos fármacos son efectivos y representan un recurso mientras se abren otras vías de tratamiento. Pero no son la única solución». El objetivo final es que los afectados por este trastorno no tengan que vivir siempre pendientes de pastillas, porque sí está claro que la hiperactividad es algo que se arrastra toda la vida. De lo que se trata es de convivir y saber llevar este problema que, si bien es molesto, no es grave. Para conseguirlo es fundamental el asesoramiento de padres y profesores por parte de personal especializado, además de poner en marcha una serie de pautas y de técnicas que ayuden al hiperactivo y a los que le rodean.
Pequeños trucos, como nombrar al niño ayudante de clase, encargarle recados y permitir que realice sus tareas en varias etapas son esenciales para que el niño se desarrolle con normalidad. «Hay que enseñar a las familias y a los profesores lo que estos niños pueden o no pueden hacer. Son niños diferentes, pero no menos valiosos», aclara Manuel García.
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