Problemas Emocionales en los Niños con Trastornos de Lenguaje. / por Miguel Higuera Cancino Fonoauldiólogo U. de Chile / Candidato a Magister en Educación Superior U.Mayor / Docente Universidad Mayor / Ceril,2005

Si bien es cierto, los trastornos del desarrollo del lenguaje y la comunicación son de muy diverso origen y variadas características, es un hecho comprobado que la mayoría de los niños afectados, puede presentar secuelas en su desarrollo social y afectivo.

En general, las dificultades del desarrollo de lenguaje, pueden manifestarse, desde grados leves a severos, con síntomas como los siguientes:

· Dificultades para pronunciar sonidos (dislalias) o formar completamente las palabras (trastorno fonológico).
· Dificultades para armar oraciones, incorporar elementos sintácticos (pronombres, preposiciones, artículos) o conjugar frases verbales (trastorno sintáctico).
· Dificultad para incorporar vocabulario, conceptos o comprender el lenguaje esperado para la edad (trastorno semántico).
· Dificultades en el ritmo de habla (tartamudez) o en la calidad de la voz (disfonía).
· Dificultades para establecer conversaciones con distintas personas, relatar eventos o comprender narraciones o intenciones de las demás personas (trastorno pragmático-semántico).

La variedad de causas, problemas asociados o disfunciones biológicas, configura un abanico de diagnósticos que van desde los trastornos específicos de lenguaje (leve, moderado, severo, disfasia), hasta los problemas de lenguaje asociados a diversos síndromes tales como sd. De Down, Autismo infantil, etc.

Cualquier dificultad para comunicarse con los demás genera, no sólo problemas al mismo niño, sino que también dentro del grupo familiar, el colegio y los distintos aspectos de la vida social. En general, las conductas de la familia van desde la sobre protección excesiva a la total indiferencia o rechazo a asumir el problema. En estos casos, los adultos presentan un mundo de relaciones sociales y reacciones emocionales que están fuera del alcance de los niños. Por este motivo, al no comprender el mundo de los demás, se originan una serie de actitudes infantiles, que desde fuera son vistas como inadecuadas o desafiantes.

Conductas tales como el mutismo selectivo (no hablar en ciertas situaciones o con personas desconocidas), la timidez excesiva, la intolerancia a la frustración, los berrinches y la falta de atención, son vistas actualmente como estrategias que los niños con trastornos de lenguaje utilizan para manejar la tensión, angustia o aburrimiento que les provoca el desarrollar interacciones poco eficientes con los demás.

La mayoría de los niños llega a tener, si se le dan las claves de modo recurrente, la sensación de ser ineficiente o en el mejor de los casos, distinto. De esta manera, qué mejor estrategia que no hacer lo que no se sabe, llorar o hacer pataletas para dejar de ser exigido o aparentar no entender o no estar atento, para disimular mi falta de comprensión.

El común de los adultos entrega un exceso de información verbal a los niños, explicando cada cosa e intentando razonar de modo complejo y "adulto" con los pequeños. Incluso se argumenta que los niños entienden porque responden si o no frente a preguntas que se les hacen. Más aún, pueden comprometer un sí ante una propuesta del tipo "te vas aportar como un niño educado, ¿ya'".

La pregunta es: ¿puede un niño pequeño, que además comprende poco o teme equivocarse, ponerse en el lugar del adulto para "asumir " lo que este quiere que él haga?.

Somos nosotros quienes debemos ponernos en el lugar de los niños, empatizando con sus frustraciones y temores, en lugar de creer que lloran o se equivocan sólo para molestarnos.

Como adulto pregúntese a sí mismo, cómo se sentiría usted si no pudiera pronunciar bien, o no pudiera expresar lo que piensa o siente o, lo que es peor, no pudiera entender lo que le dice. Más aún, cómo se sentiría, si además le estuvieran exigiendo todo el día hacer precisamente eso que le cuesta.

Imagine la cultura y el lenguaje más extraño y difícil de aprender. Piense ahora que lo han dejado abandonado en ese país y que no entiende nada de lo que se le habla y no puede acertar con lo que la gente espera que usted haga. ¿Acaso, en tan solo un par de semanas, no estaría con una depresión extrema, llorando a mares y con ganas de que le dejen tranquilo y nadie le moleste?.

Si pudo hacer este ejercicio de imaginación, ya sabe como se sienten los niños con trastorno de lenguaje. Más aún, que sus problemas emocionales no son solamente causa de su trastorno, sino sobre todo, del modo en que nosotros manejamos sus dificultades, le proporcionamos un mundo organizado y predecible y, más importante, les apoyamos en su desarrollo, alentando cada logro y permitiendo que expresen su emoción dentro de los márgenes culturales que les hacemos adoptar con cada juego y acción que desarrollamos en conjunto.

JUEGO, LENGUAJE Y EMOCIONES.

Si contemplamos entonces muchas de las características emocionales de los niños con trastornos de lenguaje, como una respuesta para evitar mayores frustraciones, rechazando hacer lo que les cuesta o manifestando su desagrado por lo que no entienden, es claro que no es posible manejar estos problemas de un modo directo o con enfoques "correctivos" o rígidos.

Los niños obedecen a los principios de placer (hago aquello que me gusta o me divierte) o de economía (hago lo más fácil y rápido) por lo que es obvio que obtendremos mejores resultados, en lo referente a las emociones, si incorporamos aspectos como reglas de conducta o normas de comportamiento y actitudes, dentro de situaciones de juego.

Otro aspecto a considerar a favor del juego, es que jugar es muy distinto de frustrarse. Jugar es hacer lo que me gusta, es aprender a disfrutar lo que me cuesta un poco más, hasta hacer del aprendizaje algo entretenido y, por tanto, algo que me permite compartir con personas, aun cuando exista un alto nivel de exigencia social.

Si por ejemplo, se propone que el que se para pierde un turno, o el que habla vuelve a empezar, o el que se enoja no juega, cada vez que la actividad es muy motivante y entretenida, los niños decidirán asumir esas reglas de comportamiento ce modo activo, ya que les resulta imprescindible para seguir jugando. De este modo, más que imponérseles reglas de comportamiento, son los niños quienes incorporan de modo natural ciertas conductas y actitudes, sin necesitar un control estricto, rígido o agresivo por parte del adulto.

Para el caso de niños con trastornos mayores, el hecho de enseñarles a jugar de modo diferente con un mismo objeto, o a manipular diversos materiales, permite que aumente el rango de intereses y motivaciones, a la vez que ayuda a desarrollar una conducta y emocionalidad más flexible. Esto resultará a la larga en niños cuyo comportamiento entrega más elementos para poder trabajar o estimularlos, junto con el hecho de tener mayores oportunidades de ser consolados y poder así manjar la frustración frente a las dificultades cotidianas.

RECOMENDACIONES GENERALES PARA JUGAR CON NIÑOS CON TRASTORNO DE LENGUAJE.

En el caso de que existan pocas habilidades comunicativas y/o verbales:

· Escoger un material simple , que pueda ser manipulado fácilmente por el niño.
· Usar juguetes que permitan alternar turnos ( encajes, puzzles, muñecos).
· Usar animales, muñecos y objetos cotidianos para construir acciones cotidianas dentro del juego (lavar, comer, dormir, etc).
· Intentar mantener la actividad con un solo tipo de materiales o situación por al menos 5 minutos.
· Usar un lenguaje simple, de frases cortas , indicando y nombrando los objetos a usar, de modo reiterativo, para que el niño entienda claramente y pueda incluso repetir algunos gestos o palabras.
· En ocasiones, jugar en espacios reducidos y con pocos objetos, para que el niño atienda a las acciones y las personas de modo regular.
· Incorporar nuevos juegos o materiales de modo progresivo, pero lento, para diversificar los intereses del niño.
· Premiar con abrazos o elogios el buen comportamiento.
· Ante rabietas, pataletas o agresiones, suspender el juego. Conviene hacerlo ordenar todo (le guste o no ) a modo de consecuencia negativa de su mal comportamiento. Ofrecerle volver a jugar una vez calmado.


Para el caso de niños con habilidades verbales:

· Escoger juegos o materiales que permitan turnos, roles y que puedan incorporar lenguaje.
· Equivocarse para que el niño nos corrija.
· No entender, para que el niño nos explique.
· Negociar reglas de conducta como normas del juego ( el que habla, se para, et6c., pierde).
· Otorgar el rol directivo al niño para que verifique si lo hacemos bien o cumplimos las normas.
· Variar la frecuencia de triunfos y derrotas. Cuando el adulto pierde, mostrarle al niño diversas formas de reacción frente a la frustración, para luego incorporarlas a las normas de conducta.
· Variar las personas o pares que puedan ser incorporados a los juegos.

 

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